Un abrazo al público del CBA JAZZ
En lo que fue el comienzo de las visitas internacionales a la décima edición del Festival de Jazz, Stefano Di Battista conquistó a través de una encantadora presentación al numeroso público que dijo presente en el Teatro Real.
La segunda noche del Festival Internacional de Jazz de la Provincia tuvo su apertura con una banda local de reciente aparición en Córdoba. La Sombra de Tupac, integrada por Santiago Bartolomé en trompeta, fliscornio y efectos, José Pachas y Lucas Acuña en guitarras y efectos. Hijos dilectos de una generación de músicos que hicieron de la originalidad su bastión (Gustavo Lorenzatti y Darío Íscaro entre otros) la propuesta de La Sombra de Tupac llevó a cabo una evocativa exploración musical a través de la creación de ambientes sonoros. Tres músicos que no tocan sus instrumentos, los manipulan. Un proyecto dotado de inusuales búsquedas personales que se encuentra en la actualidad en pleno desarrollo.
Pero el número principal de la noche subió al escenario a un músico dotado de una técnica sorprendente y un temperamento que hizo las delicias del auditorio. Desde un comienzo Stefano Di Battista invirtió los roles del recital y pasó rápidamente del lugar de invitado al de anfitrión. Lo hizo con su primer tema, Invitation (un track fetiche de Jaco Pastorius) interpretado con una intensidad y virtuosismo que despertaron al público de su letargo. Un esquema bien straight con remembranzas a la primera configuración del cuarteto del formidable John Coltrane. También puso de manifiesto la notable alquimia de su grupo donde el interplay edificó un inicio de recital deslumbrante.
Continuó con Madame Lily Devallier, un tema de su reciente disco Woman´s Land, donde evocó al genial Sidney Bechet y desembocó en un tremendo blues que arrancó el aplauso de la platea. Allí también expuso su histrionismo en un intento, que se prolongó durante todo el recital, de quebrar la distancia que separa el escenario de la audiencia. También expuso un carismático sentido lúdico que permanentemente dio cabida a la participación de la gente. Hablando, preguntando, bajando del escenario, haciendo cantar, respondiendo a las expresiones del público e incluso besando a una oyente que en un momento del show le gritó en un incorrecto italiano “sei bravi”.
Le siguió un homenaje al cantautor napolitano Pino Daniele (excepto el saxofonista todos sus músicos son napolitanos: el contrabajista Daniele Sorrentino, el pianista Andrea Rea y el baterista Luigi del Prete) donde el propio Di Battista verdaderamente hizo cantar a su soprano. Luego fue el turno del You Don´t Know What Love Is donde se filtró por ahí alguna melodía felliniana (léase Nino Rota) y un final con aires de rag antecedido de una juguetona explicación, en la que nuevamente bajó del escenario para interactuar con el público, de lo que significa “mezzoforte”.
Un verdadero show el de Di Battista, un jazz que no va a cambiar la historia del género pero que sin dudas le hace pasar a la audiencia un momento inolvidable. Una fascinante montaña rusa musical. Como decía un asistente al finalizar el recital: “Los tanos tocan tan bien como los yanquis, pero no se guardan nada”.
M.B.