Inolvidable encuentro entre músicas y culturas del mundo en la segunda jornada del Córdoba Jazz 2014
La noche del jueves, segunda jornada del Festival Internacional de jazz de Córdoba, era impredecible. A la intensa lluvia que obligó a reprogramar los conciertos al aire libre de la tarde, se sumaba un caos vehicular en la zona céntrica de la ciudad y la realización, a la misma hora del concierto, del clásico Boca – River que se viene palpitando desde hace más de diez días en todos los medios masivos de comunicación. Ante esta situación, primer dato relevante de la jornada es sin dudas que una vez más el Teatro del Libertador lució absolutamente lleno ante una convocatoria de poco más de mil personas que sortearon todos los obstáculos antes enumerados para llegar a disfrutar de un concierto que deparaba más de una sorpresa.
La velada comenzó puntual con la presentación de Swing Dedos, combinado local de los guitarristas Leo Solmer, francés radicado en córdoba, y el cordobés Lucho Ruiz. El dúo, fue para muchos la revelación local de la edición 2013, destacándose por la calidad, técnica en intensidad del toque de ambos integrantes, además de proponer un estilo cercano al gusto popular. El show de anoche estuvo a la altura de las expectativas. El público convalido con un caluroso aplauso la actuación de este grupo ya consagrado de nuestro jazz cordobés.
Minutos después subía a escena el Leo Genovese Trío. Era la hora de develar las incógnitas. Claro que nadie duda de la calidad de un artista enrolado en la máxima categoría del jazz mundial. En todo caso, era una incógnita esta propuesta de trío, que si bien ya había pasado por nuestra ciudad el año pasado, es desconocida aquí por muchos. Otra incógnita a develar era la de la respuesta del público, la de saber si una propuesta de entrada prejuzgada como vanguardista o de elite sería capaz de emocionar a un público que masivamente colmó el coliseo mayor de la provincia y que esperaba ansioso el concierto.
La primera imagen del trío en el escenario resolvió todos los interrogantes. Un Genovese vestido de túnica y acompañado de una especie instrumento acústico de madera con cuerdas graves con sonidos de bajos étnicos parado junto a su percusionista, el macedonio Aleksandar Petrov quien hacía sonar un set de tambores balcánicos y a su contrabajista, el argentino Demian Cabaud que sumaba notas que completaban una especie de mantra sonoro. El convite era claro. Ellos buscaban romper con toda pretensión académica de lo que iba a pasar. La invitación era a dejarse llevar por lo profundo de la música, por el vuelo del sonido. Rompiendo formas y costumbres. Procurando elevar el espíritu ante la escucha. Intentando evitar el análisis técnico de lo que se ejecutaba, que indudablemente estaba dotado de maestría musical, evitando establecer esa relación de clase magistral con los presentes, caminando hacia el encuentro de una comunión espiritual mediada por la música.
Una vez sentado en el piano, comenzó una descarga de armonías y ritmos en improvisada y perfecta sucesión. Sonaron versiones de Luis Alberto Spinetta y de otras obras clásicas del Jazz. Promediando el concierto, la apelación de Genovese a la pureza de la música original y al vínculo con el espíritu de la tierra y las personas que la habitan fue el preludio ideológico que sirvió de presentación al folclorista cordobés Ica Novo con quien compartieron dos temas en el escenario. Minutos después, versiones de Spinetta de por medio, fue el turno de la segunda invitada, la coplera salteña Mariana Carrizo. Es difícil describir con palabras lo que pasó en el escenario. Mariana diría antes de subir que ella tampoco lo podía explicar, que solo sentía que “flotaba en un mar de música”. Y los que allí estuvieron presentes lo mismo podrán decir. Inesperado encuentro de dos músicos argentinos en la vanguardia del jazz newyorquino acompañando con su apuesta armónica y melódica el sonido del tambor y la gran voz de la coplera salteña quien con los ojos cerrado alternaba su canto con las canciones del percusionista macedonio que emocionaban por su belleza a todos los presentes.
Una génesis musical inolvidable, un momento seguramente de los más importantes de la historia de este festival que sigue deparando sorpresas y levanta la apuesta año a año.
Minutos después, otro choque de generaciones y nacionalidades, de identidades musicales y culturales se producía, ahora en Cocina de Culturas. En la programación del club nocturno compartían escenario en un show intenso e impecable, pianista italiano Paolo Di Sabatino y su hermano Glauco Di Sabatino en ensamble con el bajista jujeño radicado en Córdoba Emilio Pasquini. El público presente que colmó también el Centro Cultural de Bella Vista, aplaudió cada una de las partes del concierto a rabiar provocando varios bices. La noche lluviosa no impidió el encuentro entre artistas de distintas partes del mundo y el público cordobés demostrando acabadamente y una vez más que la música es sin duda el más universal de todos los lenguajes.
Fotografías de Marcos Allende Ferranti